sábado, 10 de octubre de 2009

old

Con la hoja de cuaderno típica, sus arrugas típicas de tanto ser llevada dentro de la mochila, su olor a manzana descompuesta, a colaciones varias, hasta la humedad es posible percibirla. En ella, mayos, junios y julios impacientes de la tranquilidad superficial que otorgaba su pieza, así como el recuerdo que tiene ella de su infancia, encerrada en su habitación, sin televisión, con el ruido de la lluvia golpeando el ruidoso techo de su casa, y ella en su mundo interior, hierve la tetera y cocina fideos, de esos con letras del abecedario, su estufa aproposito, de hecho.

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